¿Vienes a descubrirlo?
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El Puerto Fluvial del Rivero junto con la Casa Lonja fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2009. Este puerto fue desde la antigüedad uno de los muelles con más tráfico naval de la zona oriental de Cantabria durante siglos llegando a ser puerto de Castilla.
La reconstrucción del puerto, de origen más antiguo, fue llevada a cabo por el maestro cantero Pedro Toca Solórzano. La reconstrucción del antiguo puerto medieval durante la primera mitad del Siglo XVIII hacen que puerto y Casa Lonja conformen un interesante conjunto en el que se da una simbiosis perfecta de patrimonio industrial y arquitectónico con el paraje natural de la ría y la marisma.
En el puerto de Limpias atracaron todo tipo de embarcaciones, desde grandes veleros hasta pataches, bergantines o cachemires. Hoy en día son chalupas y pequeños botes los que flotan plácidamente a su alrededor. Se erigió como uno de los puntos de salida principales de todo tipo de productos, como trigo procedente de Castilla a través del Puerto de los Tornos, cítricos, castañas, vinos chacolí de la zona o minerales y carbón extraído de minas cercanas cuyo destino era principalmente Flandes e incluso América. También fue punto de entrada de vena de Vizcaya para las ferrerías de Carranza, Soba y Rasines que era conducida mediante parejas de bueyes desde la zona de embarque hasta los lugares de destino. En el lugar de la Venera se depositaba la vena de Somorrostro y el hierro de las minas de Limpias. La Venera es en la actualidad la plaza del Ayuntamiento.
A comienzos del Siglo XVIII existía una intensa actividad marítima a lo largo del estuario del Asón. Dicha actividad se había visto incrementada debido a la instalación de una serie de ferrerías, martinetes y de una fábrica de anclas en entornos cercanos. La proliferación de estas ferrerías y martinetes en la zona se debió a que cobró vital importancia la producción de hierro, que una vez transformado, se procedía a su embarque a través del Puerto del Rivero de Limpias.
El funcionamiento de este puerto estuvo asociado a toda una serie de edificaciones o casas-lonja junto al río Asón, que servían al mismo tiempo y que estaban destinadas principalmente al almacenaje, carga y descarga de mercancías, posada de viajeros y taberna. El puerto del Rivero está realizado en sillería y adaptado mediante solución de rampas y escaleras. Su construcción permitió un interesante auge comercial al municipio mediante transacciones en las que se daba salida a mercancías de hierro, castañas, maíz y trigo, y redistribuía aceite, bacalao, yeso, carbón de Soba y Carranza, Hierro de Vizcaya, aguardiente, frutas, chacolí, harina, grasas y jabón.
Este puerto y su óptima ubicación hicieron que se convirtiera en un punto de embarque para la importación y exportación de productos de toda la zona e incluso de Castilla. Durante el Siglo XVIII su importancia era considerable, y a través del mismo se daba entrada a vena de Vizcaya para las ferrerías de Carranza, Soba y Rasines que era conducida mediante parejas de bueyes desde la zona de embarque hasta los lugares de destino. La dimensión e impacto de la actividad portuaria de Limpias en aquel momento queda reflejada en documentos de la época. En 1737 Sebastián Ortiz del Hoyo, vecino de Santoña, embarcaba en este puerto dos navíos de Castañas con destino a Holanda, el primero de los cuales contaba con una carga de 1.236 fanegas. La fanega era una medida de capacidad que se utilizaba para el grano y cuya unidad equivalía en Castilla aproximadamente a unos 55,5 litros de capacidad.
Su importancia económica llegó a ser tal, que hasta el célebre geógrafo Pascual Madoz a mediados del siglo XIX citó los datos económicos generados por esta infraestructura portuaria en su obra “Diccionario geográfico-estadístico de España y sus posesiones de ultramar”. Entre los años 1822 y 1833 constaba el atraque de todo tipo de embarcaciones, lanchas, goletas y quechemarines que embarcaban todo tipo de productos.
Además del tráfico de mercancías existió a partir de 1845 una línea de navegación directa desde el puerto del Rivero a La Habana con barcos de vela que eran propiedad del naviero Sr. Suárez, vecino de la villa, unas travesías que llegaban a durar hasta dos meses. Entre 1863 y 1868 se alcanzaba una media de un barco cada dos días.
El Parque Museo Militar Armada Española, ubicado en el barrio de Espina junto al paseo de la ría de Limpias Treto, en la desembocadura del río Asón, ofrece a los visitantes un recorrido de 200 metros repleto de elementos militares. Entre las piezas expuestas se encuentran cañones, minas submarinas, torpedos y otros artefactos que ofrecen una interesante visión de la historia militar española. Esta exposición destaca por su tamaño, y aunque se trata de un número limitado de piezas, este espacio al aire libre merece la pena su visita.
La importancia del suministro de agua en Limpias fue una constante a lo largo de los siglos XVIII y XIX y por eso fueron numerosas las obras que se llevaron a cabo para la captación de agua y así abastecer fuentes, abrevaderos, lavaderos y domicilios particulares. La más importante de esas obras fue la construcción de este Acueducto de Espina.
Construido en mapostería y con varios arcos, se levantó aproximadamente hacia 1809, convirtiéndose en un elemento singular del patrimonio industrial-hidráulico de Limpias y todo un símbolo del barrio de Espina. Su función era esencial ya que sirvió para abastecer de agua a la entonces incipiente actividad industrial y permitió llevar el agua hasta otros barrios como el barrio del Rivero donde se ubicaba el importante puerto fluvial. Con más de dos siglos de existencia sigue siendo un símbolo de la época de esplendor industrial de Limpias.
Las primeras actuaciones importantes en materia de aprovechamiento de agua datan de comienzos del Siglo XIX. En una memoria del año 1897 se manifestaba: “Al principio del siglo actual, años 1808 al 1814, un particular, vecino y natural de la villa de Limpias, Don Cayetano Bernales hizo a sus espensas las obras para la conducción de aguas potables que hoy existe, tomándolas del manantial denominado `de la Espina´ y estableciendo las tres fuentes actuales, de las que dos son para el servicio público y una para el servicio particular de la finca de Don Gregorio López. La conducción era de barro, con notables pérdidas e insuficiente para dar abasto a la población existente”.
El camino Real, que unía Laredo con Burgos desde la Edad Media, lo era gracias a su categoría y relevancia como vía de unión del interior del reino de Castilla con la costa cantábrica. Durante siglos, mantuvo un intenso tráfico comercial que permitió el intercambio de productos que, desde el puerto de Laredo, a través de la navegación, conectaba con la costa atlántica europea (costa atlántica francesa, Flandes, puertos ingleses…) Por el camino Real, se cita que también pasó en 1556, el emperador Carlos V en dirección a Burgos cuando se dirigía a su retiro en el monasterio de Yuste en Cáceres.
La Torre del Reloj o del Otero se encuentra sobre una pequeña elevación cerca del entorno del puerto fluvial del Rivero a unos 84 metros de altitud. Los trabajos para la reconstrucción de este monumento, datan del año 1844, no habíendo fondos suficientes para su terminación, por lo que se propuso abrir una suscripción para recabar medios económicos. Fueron nombrados para tal postulación en el barrio de Espina D. Toribio López y en el de El Rivero D. Manuel Bringas. El reloj fue encargado a D. Francisco Solana.
De planta cuadrada hecho con piedra de mampostería, se desarrolla en tres cuerpos separados por una imposta y rematado por una pequeña cúpula formada al exterior por un tronco de pirámide, que se corona en la parte superior mediante un pequeño templete que resguarda la campana. El acceso se realiza mediante un vano rectangular inscrito en un arco de medio punto.
Antaño, el tañido de sus campanas marcó los ritmos y las labores del campo en la zona del Bajo Asón. Se cuenta que desde esta torre había un alcance visual y auditivo de hasta veintidós iglesias o ermitas y que la colocación del reloj se debió al ilustre vecino de “Conde de Albox” que tras ser abordado muy insistentemente por los vecinos para preguntarle la hora por ser el único que disponía de reloj de bolsillo, aunque probablemente no fuera cierto, es una leyenda que arroja un poco más de misterio a este símbolo característico de Limpias y único en Cantabria.
Este edificio, tal y como se le reconoce actualmente, data de mediados del Siglo XIX cuando por el año 1844 aparecen documentos en los que se describe el inicio de obras de su reconstrucción. Durante el resto del Siglo XIX y gran parte del Siglo XX el sonido de sus campanas llegaba a municipios vecinos como Ampuero, Colindres y localidades como Angustina o Carasa pertenecientes a la Junta de Voto.
Los trabajos para la construcción de este monumento ya habían comenzado para 1844, año en que se declaraba que no había fondos suficientes para su terminación, por lo que se proponía abrir una suscripción para recabar medios económicos para ultimar el mismo. Fueron nombrados para tal postulación en el barrio de Espina D. Toribio López y en el de El Rivero D. Manuel Bringas. El reloj fue encargado a D. Francisco Solana. Al no poderse concluir, se acordaba: “Que se coloque en la torre de la iglesia para provarlo mientras se hace en la torre de Llotero la obra necesaria para ponerlo en el puesto que el Ayuntamiento considere que con esta medida interina se hace conocer la utilidad de tener reloj de campana y se ha de escitar el celo de los vecinos a contribuir según sus facultades a la ejecución de dicha obra”. Al año siguiente, se hizo necesario sacar la madera para los andamios, y se procedió a señalar en el monte del pueblo las fincas que debían contribuir para dicha obra.
Las dificultades económicas no se van a resolver de forma fácil, por lo que se tratará de abaratar los costes. Se compraron las sogas para las pesas del reloj, y se acordó que “se baje de la iglesia el esquilón que en ella hay para que sirva de campana interim se proporcionen recursos para en lugar de ella poner otra mayor”.
La obra había sido rematada a favor de Cirilo Aguirre y Juan de Aldecoa, y va a ser reconocida por Faustino Lombera y Pedro de la Quintana.
La especial situación, en un paraje elevado y expuesto a las inclemencias del tiempo, hacía que con frecuencia las obras quedasen arruinadas por el agua y por las tormentas. Para 1862 se decía que los últimos temporales habían destruido parte de la torre y el reloj de la villa. Se estimaba que la reposición de la maquinaria del reloj costaría 50 rs y 450 rs la del edificio. Se trató de buscar soluciones que permitieran una mejor conservación de la obra. En 1871 se aprovechaba la ocasión de que el pizarrero D. Julio Chantegei se encontraba en la Villa para que se hiciera la reparación del tejado de la torre, mediante zinc o pizarra, para evitar que las aguas se introdujeran y causaran daño en el reloj, que se encontraba inutilizado por tal causa. El coste fue de cincuenta y tres pesetas y sesenta y cinco céntimos. También se encargó la recomposición del reloj a Mariano López, relojero de Santoña, quien va a cobrar por sus trabajos la cantidad de cincuenta pesetas.
En años sucesivos se procedió a efectuar reparaciones de todo orden, cristalería, pintura. En 1898 se autorizó al Alcalde para que pudiera contratar la recomposición del reloj de la torre, que hacía tiempo estaba inutilizado, porque se creía una necesidad imperiosa para el vecindario.
En el inventario de bienes de 1899 se incluyó dentro de los que tenía el Ayuntamiento, “una torre que mide 196 pies de cuadrados donde se halla instalado el reloj de la villa con la denominación Reloj del Otero, por hallarse situado en un terreno elevado ó pequeña colina al centro de los barrios que comprende el pueblo de Limpias, su valor 500 pesetas”.
Los problemas de conservación van a continuar a lo largo del siglo XX. En 1919 se decía de la torre que estaba en ruinas, y que “las campanadas que indicaban las horas se oían claramente en Ampuero, Colindres y Treto. Un rayo se encargó de hacer que enmudeciese la voz que a cuatro pueblos anunciaba que el tiempo sin cesar su marcha proseguía”. En 1922 se manifestaba que “desde hace algunos años y debido a los temporales y ‘chispas eléctricas’ habían caído sobre el reloj quedando completamente destrozado, tanto la maquinaria, como el edificio. La mayoría de los vecinos, que son jornaleros se encontraban sin saber la hora”.
En 1923 Leoncio Solana redactó el proyecto y condiciones para la restauración de la citada torre. En la memoria se hacía constar: “La necesidad imperiosa en los pueblos y Villas de la hora oficial para la honrosa clase de los labriegos, como para los obreros industriales y comerciantes, como a los particulares y a todos le es de suma necesidad la hora por lo que no deben de dejar de hacer la ejecución de las obras”.
Entre las obras se proyectaban las escaleras y tillado de pisos, ventanas y puerta de la torre, así como una barrera de castaño que diera acceso al patio. La piedra podría ser arenisca o calear, “su labra de sillería ordinaria, guardando sus buenas aristas y perfiles”, y se utilizaría para reconstruir esquinas, impostas, quebraduras y grietas, así como mampostería con lechadas de hidráulica. Se preveía un grosor de cincuenta centímetros en la pared, así como la utilización de zinc en el tejado y el blanqueo de fachadas. El coste total del proyecto ascendía a la cantidad de 4.874,15 pesetas.
Años después, y en los terrenos inmediatos se va a realizar un plantío de árboles, así como la construcción de un pozo “a donde vaya a parar el cable del pararrayos que existe en dicha torre”.
Todavía en 1972, ante el estado ruinoso del edificio del reloj, que impedía el acceso para darle cuerda, se solicitaba presupuesto para arreglo del mismo.
En 1981 se acordaba la instalación de un reloj de pesas en la torre de San Roque, proponiéndose, asimismo, se tuviera en cuenta que existían eucaliptos que impedían la visión de la torre, por lo que se propuso que se cortasen los árboles de propiedad municipal, a fin de que el reloj pudiera contemplarse desde todos los barrios del municipio.
Tras todos estos episodios en los que de manera regular se mantuvieron diferentes obras las funciones como reloj se mantienen adía de hoy intactas y el inconfundible tañido de su campana sigue marcando el ritmo y los tiempos de los vecinos y visitantes de Limpias desde un mirador incomparable cuyas vistas a las marismas convierten a este lugar uno de los mejores lugares desde los que disfrutar de una panorámica espectacular y de los mejores atardeceres de la zona. Un bello paraje desde el que contemplar el apacible discurrir de la ría del Asón mientras funde sus aguas en un estuario de alto valor paisajístico y natural.
En el año 2022 quedó incoado expediente desde el gobierno de Cantabria para ser declarado Bien de Interés Local.
En la calle de nombre «Fuente del Amor» se ubica el Parador de Limpias, en su interior podemos encontrar una fuente que lleva ese mismo nombre » La fuente del amor». Se construyó a principios del siglo pasado (1903) reconstruyéndose a principios del siglo XXI (2009).
Según cuenta la historia, la población de Coabab fue famosa por sus aguas termales empleadas para combatir enfermedades cutáneas. Estas aguas procedían de tres fuentes de agua potables y un manantial de aguas minerales.
Una de esas fuentes manantial que aún discurren, es la Fuente de Aro, que se encuentra en la carretera que lleva a la villa de Seña. Se dice que las «límpidas aguas» (aguas cristalinas) que manaban de dichos manantiales, pudo dar paso al nombe de Limpias.